Miquel Ventura Monsó.
La inquietud por el estado del mundo y de los océanos es una evidencia a escala planetaria. También es cada vez mayor el interés por el por el potencial económico y de desarrollo que proporcionan los mares y océanos, derivado de su importante contribución a la economía mundial que, según el Word Bank, que alcanzará los 3,2 billones de dólares en 2030. Muchos países del mundo y sus empresas ven el medio marino como una estrategia de futuro para la inversión y el beneficio económico y esto incluye la pesca y la acuicultura, el turismo, la minería oceánica, el gas, las energías renovables y el transporte marítimo.
En este marco conceptual, la economía azul -un término que originalmente implicaba un desarrollo ecológico y social equitativo de grandes países costeros y pequeños países insulares- ha centrado el interés internacional por el crecimiento del desarrollo económico basado en los océanos en su visión la equidad social y la sostenibilidad medioambiental como principios fundamentales y la realidad nos enseña que a pesar de la pandemia existe un desarrollo desenfrenado que pone en riesgo al medio ambiente marino y el bienestar humano de todo el planeta.
Sostenibilidad y equidad
Una mayor explotación de los océanos y la creación de nuevas industrias y servicios turísticos supondrían una carga adicional nada recomendable para el ya estresado ecosistema marino. Iniciativas como la explotación minera, de gas y crudo de los fondos marinos vienen acompañadas de altos riesgos ambientales y ecológicos que se suman a los impactos acumulados de los usos ya existentes que, junto con los riesgos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, nos dan poco margen de acción, lo cual nos plantea la necesidad de establecer modelos económicos innovadores que invierten en la regeneración del ecosistema marino. Este sería el concepto de economía circular más evolucionado que se compromete a invertir parte de los beneficios de su activitat (pesca, turismo, explotación minera, transporte marítimo, etc.) a conservar y mejorar los activos que forman parte del capital natural.
Las recientes diagnosis sobre el estado de nuestros mares de su biodiversidad revelan una reducción significativa de sus capacidades para proveernos de recursos y de otros servicios ecosistémicos vitales como la regulación del clima, la compensación del calentamiento global, generación de oxígeno o proteína marina, el mantenimiento del paisaje costero, agua marina de calidad, etc.
Siendo honestos, aunque ya disponemos de unos marcos jurídicos suficientes para regular la implantación de una óptima economía azul en toda su dimensión y ámbitos, la complejidad del sistema administrativo en la UE, el Mediterráneo y en el resto de los mares del mundo, unido al bajo control del cumplimiento de las normativas y a los complejos procesos de evaluación ambiental para comprender y gestionar adecuadamente los riesgos ambientales del desarrollo marítimo son los grandes retos a solventar para la implantación de la llamada economía azul.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que tenemos una limitada capacidad (estratégica y de inversión, y no tecnológica), para tener la información adecuada que necesitamos conocer sobre el estado del medio marino y litoral para comprender si el balance de los beneficios socioeconómicos obtenidos frente a los perjuicios medioambientales y sociales generados por el uso incorrecto del mar. Como beneficios incluimos la revitalización de las economías costeras con un turismo responsable una pesca y acuicultura sostenible, una seguridad alimentaria perdurable y el bienestar de sus poblaciones. Además, y muy importante para los pequeños países insulares y costeros, reafirmar el control soberano des sus zonas económicas exclusivas (ZEE) del mar para tener acceso a los recursos marinos y la buena gestión de estos activos renovables.
Sin embargo, la economía azul mal entendida puede ser problemática si el crecimiento económico deriva de una explotación no regulada pudiendo generar desigualdad económica limitando los beneficios solo a las grandes corporaciones que generan importantes impactos sociales y culturales perjudiciales desplazando a las poblaciones nativas por la esquilmación de los recursos marinos o destrucción del paisaje y el medio ambiente. La evidencia la tenemos en la creciente industria pesquera fantasma mundial donde la sostenibilidad y la equidad brillan por su ausencia en aras del beneficio económico con una sobre-explotación de los recursos pesqueros en zonas ecológicamente sensibles.
Invertir en conservación del mar para asegurar la económica
La sostenibilidad del uso universal de los océanos ha ido aumentando de forma tímida pero constante desde la Cumbre de la Tierra, celebrada en Rio de Janeiro en 1992. También, la opinión pública mundial sensible a los problemas ecológicos del mundo han acelerado la creación de movimientos sociales que nos llevó a denunciar el acaparamiento de los océanos en sectores como la pesca, la acuicultura, el petróleo o el turismo y la necesidad de converger hacia una “justicia azul” o “social equity” que catalizó, entre otros acuerdos a la adopción de la Declaración de de los Océanos en 2015 y a integrar la vida marina en los ODS (14) como objetivo estratégico a alcanzar para el año 2030.
En la Conferencia sobre Economía Azul Sostenible de 2018 celebrada en Kenia, los problemas y desafíos relacionados con pequeñas comunidades y pueblos indígenas, al empoderamiento y oportunidades de las mujeres y las nuevas generaciones jóvenes ocuparon un lugar destacado. Sin embargo, la argumentación sobre la equidad y la inclusión en el reparto de beneficios y la conservación del capital natural marino superó a la formulación y cumplimiento de las políticas y de la aplicación de buenas prácticas.
La gobernanza de los océanos
Abordar la sostenibilidad y la equidad del mar exige prestar atención la gestión y vigilancia global de los océanos. Sin embargo, su gobernanza está sujeta a un alto nivel de complejidad y por su falta de coherencia en su ordenación, jurisprudencia y coordinación entre estados. Los marcos de gobernanza internacionales, nacionales y regionales intentan establecer jurisdicción y autoridad sobre las áreas marinas y sus recursos. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) es el marco jurídico y de gobernanza internacional fundamental, que asigna a los estados las zonas económicas exclusivas (ZEE) e intenta identificar y delimitar las zonas marinas que quedan como propiedad global, es decir, «la alta mar». En UNCLOS, las instituciones mundiales, incluyendo el Tribunal Internacional del Derecho del Mar del Mar, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos y la Comisión de Límites de la Plataforma Continental – se crearon para deliberar sobre las cuestiones oceánicas.
Dentro de las ZEE, los estados tienen jurisdicción y autoridad para la gestión de la pesca, la conservación de la biodiversidad y la asignación de derechos para actividades militares, de navegación o desarrollo. Los mecanismos de gobernanza regional, como las organizaciones regionales de gestión de la pesca y los programas de mares regionales, permiten colaborar en los desafíos multilaterales de de sostenibilidad multilaterales. Sin embargo, existen importantes lagunas normativas e institucionales en todos los sectores y escalas espaciales. Además, los espacios y recursos marinos y oceánicos son a menudo compartidos y accedidos por numerosos usuarios, incluidas las comunidades costeras, los pueblos indígenas, que deberían tener derecho a participar en las decisiones relativas a asignación de derechos de propiedad, recursos y beneficios de la economía azul, así como en su gestión.
Estrategias para impulsar la economía azul
Se necesitan políticas y acciones valientes, proactivas y sistemáticas acompasadas con el desarrollo de las ZEE en mares y océanos y en aguas internacionales. En este contexto, se proponen 4 retos para alcanzar un desarrollo equilibrado, ambientalmente responsable y socialmente justo.
- La sostenibilidad y la equidad han de ser prioritarios en las negociaciones nacionales e internacionales relacionados con el desarrollo y uso de los mares y océanos. En este ámbito, el Convenio sobre la Diversidad Biológica, los ODS de las Naciones Unidas, la Declaración sobre los Derechos Humanos y de los Pueblos Indígenas – integran compromisos relacionados con la sostenibilidad y la equidad.
- Se necesita una legislación exhaustiva vinculante y la creación de agencias reguladoras regionales eficaces que se nutren de información científica de calidad para el desarrollo sostenible de la economía azul dentro de las jurisdicciones nacionales, así como entre estados que comparten zonas marinas. Los gobiernos deben elaborar estrategias y centrar sus esfuerzos para definir los marcos legales y de gobernanza para asegurar una cobertura política coherente entre diferentes organismos y sectores y permitir una planificación y gestión integrada del mar bajo criterios científicos y proporcionando la financiación necesaria para la gestión y el control y garantizando la rendición de cuentas.
- Promover la gobernanza inclusiva de la economía azul en todas los niveles y sectores sociales para lograr la equidad social y la sostenibilidad. La gobernanza medioambiental contemporánea consiste en estructuras y procesos de toma de decisiones que generan la participación entre los gobiernos locales y regionales, el sector privado y la sociedad civil incluyendo a científicos, medios de comunicación, ONG y otros grupos sociales que han de estar representadas en la toma de decisiones sobre cómo se desarrollará el uso del mar, quién lo hará, cómo y quién se distribuirán los beneficios, cómo se minimizarán los daños, y de quién responsabilidad por los resultados medioambientales y sociales. En este contexto la nueva estrategia de la Generalitat de Catalunya y del Estado Español sobre el uso y gestión del medio marino va en esa dirección y pongo como ejemplo las mesas de cogestión marina (taules de cogetsió marítima del litoral del Baix Empordà) desarrolladas de forma piloto en la Costa Brava y que derivan en parte de los modelos de éxito de cogestión del Gobierno Australiano.
- Por último, es fundamental dar a conocer a la opinión pública, a los grupos políticos, a los gestores públicos y a las empresas los resultados de los estudios e investigaciones sobre las ciencias oceánicas para determinar los criterios de sostenibilidad del uso de los recursos y del patrimonio marítimo, los puntos débiles y las amenazas que puede suponer su explotación irracional que genera impactos y presiones que debilitan su capacidad de resiliencia y reducen el capital natural poniendo en riesgo el ecosistema e hipotecando nuestro progreso en equilibrio con el mar y perturbando los resultados de la economía azul. Durante el próximo decenio Naciones Unidas plantea un nuevo reto para las Ciencias Oceánicas en el marco de las ODS ofreciendo apoyo e impulsando el desarrollo de una economía azul innovadora, competitiva, sostenible y equitativa.
El reto de la economía azul
La Unión Europea, Naciones Unidas, el Banco Mundial el Banco Europeo de Inversiones y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) entre otras organizaciones, ponen su atención hacia nuestros mares y océanos. El gran océano planetario es una fuente de riqueza por revelar. La economía azul, sin duda, podrá impulsar un nuevo modelo de de desarrollo post-pandemia, para dirigirnos hacia un futuro sostenible, bajo en carbono y emisiones GEI y donde habrá un reparto más equitativo de la riqueza.
Esta nueva estrategia azul promoverá la innovación, niveles de progreso económico eficientes con la generación de empleo de calidad y atrayendo la inversión responsable para impulsar el emprendimiento. Las grandes oportunidades de actividad económica que abren con el uso de las nuevas tecnologías son tan grandes como la dimensión nuestros mares y océanos. Porque de las clásicas actividades marítimas como el turismo, la náutica, la pesca, la navegación comercial, la potabilización del agua marina todas actividades que deben de reconvertirse para ser más eficientes y sostenibles, emergen nuevos sectores innovadores como la bio-acuicultura, las energías renovables, la ciencia marina para la síntesis de sustancias activas para en cosmética, salud y alimentación y, entre otros, potenciar la capacidad de los mares para la regulación del clima.