Mares y océanos, valores más allá del azul

Conclusiones para la acción

Si integramos en nuestras mentes la información y el conocimiento relatado en el presente capítulo, le sumamos la experiencia adquirida en gestión y conservación marina y nos organizamos socialmente bien para colaborar, podremos conseguir avanzar al menos en tres propósitos. Primero, lograr la atención de las personas y agentes clave que tienen la capacidad de contribuir a cambiar las cosas. Segundo, impulsar los cambios necesarios para establecer una nueva educación social con el fin de mejorar la forma de relacionarnos con la naturaleza y el mar. Tercero, diseñar, desde la innovación y la experiencia, estrategias de acción útiles para incidir sobre los factores críticos que influyen en nuestro entorno y actuar sobre ellos de forma ordenada y efectiva a escala local y regional.

Para elaborar propuestas de acción que funcionen es necesario ser creativo y aprender de la historia y los errores del pasado. Con este planteamiento partiré de dos enfoques esenciales, primero un análisis interno sobre los factores que caracterizan al entorno marino, considerando a la humanidad como parte intrínseca de ese ecosistema. Segundo, realizaré un análisis externo sobre los factores que afectan al mar considerando al ser humano como amenaza y oportunidad. En el análisis interno es necesario poner en valor las fortalezas del ecosistema océano-humanidad que son su valor ecológico y su capacidad de resiliencia que aún conserva para recuperar su estado natural sano y funcional. Por otro lado, aunque nos queda mucho por aprender sobre los océanos, la humanidad posee el conocimiento científico suficiente para actuar de forma acertada y con poco margen de error. Otra gran fortaleza es la nueva conciencia ecológica de la sociedad civil, cada vez más comprometida e interconectada que demuestra una gran capacidad de actuación en la protección del medio ambiente marino, así como su influencia sobre los poderes políticos y las empresas.

Por otro lado, a lo largo del último medio siglo, hemos aprendido a legislar y, actualmente, disponemos de un legado jurídico excelente, maduro y bien estructurado a través de leyes, directivas, convenios y otros acuerdos internacionales que comprometen a todos los países del mundo con la gestión y conservación de los espacios marinos. También es cierto que hay que mejorar mucho en el cumplimiento de esa legislación, especialmente en aguas internacionales y en el Mediterráneo (Ventura, 2018). Estratégicamente, es también una fortaleza el hecho de que exista un reconocimiento social y político generalizado a escala mundial de que tenemos un gran problema con la preservación del gran océano planetario y que es nuestro reto como
sociedad actuar sin más demora en su restauración.

Continuando con el análisis interno del ecosistema océano-humanidad, es necesario detectar en qué escenarios estamos en una posición desfavorable o débil. En este contexto la realidad es que más del 65 % de hábitats y ecosistemas marinos del mundo están, desde hace décadas, en regresión. El hecho de no tener sistemas de información y monitoreo permanentes e interconectados (información imprescindible para tomar decisiones correctas) para conocer el estado real de nuestros mares a escala local y regional es una gran debilidad, ya que no permite actuar de forma rápida, coordinada, adaptativa y eficaz. Otra debilidad apremiante es el bajo nivel de cumplimiento de las directivas, normas y reglamentos para la protección del medio marino. Además, no existen sistemas independientes que ponderen de forma regular el grado de cumplimiento de las leyes, el nivel de efectividad por países y áreas marinas determinadas, así como de proponer las medidas correctoras necesarias. En este contexto, la falta de compromiso y liderazgo político, así como la baja cohesión estratégica por parte de la mayoría de los países con espacio marítimo y la poca voluntad para destinar los recursos económicos necesarios, dificulta enormemente la conservación y recuperación de los ecosistemas marinos del mundo.

Entrando ya en el análisis externo del ecosistema océano-humanidad, voy a plantear las oportunidades estratégicas necesarias para el cambio, aunque estas deberían ser consideradas a tiempo. Primero, reforzar a las organizaciones y plataformas multinacionales públicas y privadas con conocimiento, capacidad de análisis y de gestión para que puedan ejercer sus funciones con éxito en la misión de recuperar y preservar la salud de nuestros mares. En este sentido, es esencial la rigurosidad en el cumplimiento unánime de las normas, leyes, directivas y protocolos, siendo fundamental que las sanciones por incumplimiento sean inapelables y ejemplarizantes para garantizar el bien común. También, el uso de las nuevas tecnologías es una oportunidad para implementar proyectos y acciones que integren espacios y regiones marinas con problemas comunes, más allá de las fronteras políticas y culturales preestablecidas, implicando a la sociedad civil, a las universidades, a las empresas y a los medios de comunicación.

Siendo sinceros, la capacidad de los Estados para proteger su patrimonio natural es limitada y por eso es necesario innovar implementando nuevos modelos de gobernanza (custodia marina, reservas de la biosfera, áreas marinas protegidas [AMP], parques marinos nacionales e internacionales, etc.) del medio litoral y marino integrando a los agentes sociales más importantes que utilizan el mar para su beneficio y corresponsabilizándolos tanto de los éxitos como de los fracasos. Por otro lado, es esencial entender que es
una gran oportunidad para las políticas de gobernanza global, promover y facilitar la inversión económica y técnica en los países más pobres con el objetivo de garantizar su bienestar y su desarrollo sostenible en el marco de la economía azul. El caso más evidente lo experimentamos en el propio Mediterráneo, un entorno común que comparten 23 países con magnas fronteras políticas, culturales y de desarrollo que generan una fuerte polarización norte-sur en cuestiones estratégicas sobre la conservación del mar. Lo mismo ocurre entre China, Taiwán, Corea y Japón, entre americanos y rusos o entre Indonesia y Filipinas, cuando se trata de imponer sus potestades en las zonas económicas exclusivas (ZEE). Los conflictos entre países en aguas internacionales por derechos de explotación de los recursos marinos o por temas de seguridad nacional son una realidad y afectan directamente la conservación de ecosistemas y especies marinas. La cooperación y la sinergia entre Estados marítimos son siempre muy positivas y repercuten favorablemente en sus economías y en la calidad del entorno común, el mar.

En el análisis externo de nuestro ecosistema mar-humanidad aparecen también amenazas que pueden poner en peligro nuestra supervivencia mutua y que, si son reconocidas a tiempo, pueden evitarse o ser convertidas en oportunidades. En este aspecto la falta de acciones decisivas, determinantes y efectivas entre países a corto y medio plazo puede ser catastrófico para la conservación de la biodiversidad marina y más teniendo en cuenta las amenazas que nos afectan como el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad o la superpoblación. En este sentido los efectos del cambio climático se prevén más rápidos de lo esperado e influirán en la toma de decisiones y prioridades de los estados, lo cual puede anular o retrasar las acciones pactadas para proteger y recuperar la calidad ecológica de nuestros mares. Finalmente, exponer la importancia de la necesidad de un cambio de paradigma en la realización de los balances macroeconómicos de un país, integrando el valor de su capital natural marino y de las externalidades positivas que ofrece para computarlos como activos en los nuevos sistemas de contabilidad y balances en el marco de la economía azul. Por último, propongo una visualización crítica del escenario océano-humanidad para avanzar en la estrategia de conservación del océano planetario, donde todos somos parte y acción. Esta visualización se plantea sobre distintos escenarios que pueden funcionar por separado o de forma colaborativa entre ellos.

Si planteamos una estrategia defensiva, en este escenario, el océano estaría preparado para enfrentarse a las amenazas que le acechan. Una situación que ya hemos experimentado históricamente gracias a su resiliencia, pero en la actualidad el medio marino y su entorno está débil y es más vulnerable y a corto, medio y largo plazo será incapaz de afrontar más impactos.

En la estrategia ofensiva, debido a la delicada situación de los mares y océanos del mundo deberíamos adoptar todas las naciones una táctica de acción contundente y eficaz, potenciando las fortalezas, aprovechando las oportunidades y gestionando las amenazas. Es lo que necesitamos y este es el reto que debemos afrontar para garantizar nuestro futuro azul y el de las próximas generaciones. La estrategia ofensiva ya la han adoptado algunos países del mundo como Australia, Nueva Zelanda, Islas Seychelles y otros países insulares del pacífico, pero para que existan resultados positivos debe ser una estrategia unánime por parte de todos los países del mundo vinculados al océano planetario. Existe la opción de establecer una estrategia de supervivencia, donde el mar se enfrenta a las amenazas externas sin las fuerzas internas necesarias para luchar contra los impactos que le estamos generando. Esto es en realidad lo que está ocurriendo, el binomio océano-humanidad sobrevive a duras penas y su vitalidad va remitiendo con rapidez y en silencio. En tal situación es necesario ser consciente de nuestras debilidades para evitar más riesgos y prepararse para reducir las amenazas, valorando los cambios que se producen para potenciar las fortalezas y aprovechar las oportunidades.

Finalmente, planteo la estrategia de reorientación, frente a la gestión y conservación de los mares y océanos del mundo, donde existen grandes oportunidades que es necesario aprovechar. Pero la realidad es que el mundo globalizado sigue sin verlo, es inmaduro y carece de la preparación adecuada para afrontarlo. Por ello, es absolutamente necesario cambiar la visión de la humanidad sobre los valores del gran océano y de la biosfera a escala global y establecer nuevas acciones porque las actuales no son las adecuadas y no funcionan. En este sentido, el proyecto Retos Vitales para una nueva era 2021 es un firme propósito en esa dirección.

Con este conciso análisis final debemos de ser capaces de plantear un escenario óptimo que, desde mi punto de vista, exige necesariamente la combinación de las cuatro estrategias, con el fin de actuar sin demora frente a los principales problemas ya descritos y que ahora sintetizo a modo de conclusiones finales.

  • El uso sostenible y respetuoso de los mares y océanos es vital para impedir el avance de la degradación de sus hábitats y ecosistemas. Evitar más agravios y lesiones, no puede lograrse únicamente con leyes y estrategias políticas fragmentadas, hay que actuar directamente sobre el medio marino entendiendo que los retos medioambientales deben abordarse desde una visión ecosistémica y totalmente holística.
  • Los desafíos a los que nos enfrentamos derivan de los modelos de funcionamiento de nuestra sociedad globalizada donde prevalece la cultura de la producción y consumo compulsivo sin integrar los costes ambientales. Afrontar estos retos requiere de un profundo cambio de cultura y de manera de actuar. Eso solo sucederá si somos capaces de replantear nuestros valores, estilos de vida y de la forma en que interactuamos con la naturaleza y el uso de sus recursos.
  • La mayoría de los Estados del mundo han entendido este gran desafío, pues observan un futuro incierto frente a la realidad y comprenden que nuestra supervivencia depende en gran medida de la salud del mar. En este proceso es fundamental transformar nuestro modelo de desarrollo hacia una economía azul, que es el eje vertebrador del desarrollo sostenible y nos facilitará llegar a la deseada conciliación entre la naturaleza y la humanidad.
  • El océano planetario, del cual somos parte, se enfrenta a importantes desafíos, pero tenemos el conocimiento suficiente y las herramientas para afrontarlos con decisión y reducir la presión humana sobre este maravilloso lugar, el océano. Somos usufructuarios y responsables del buen uso del mar. Cambiemos la forma en que vivimos y nos relacionamos con él. Recuperar los ecosistemas marinos para que estén sanos y sean ecológicamente funcionales es una inversión inteligente para nosotros y es la herencia más valiosa que deberíamos transmitir a las futuras generaciones.
  • Anhelamos un mejor devenir con esperanza, ello requiere una acción comprometida y sinérgica entre los países, las empresas, las instituciones y los ciudadanos. Somos proveedores y gestores de la información y el conocimiento y hoy, más que nunca, desafiando nuestros límites, tenemos el reto de emprender una nueva «singladura» respetuosa y en paz con nosotros mismos, con el océano y las culturas que lo habitarán en el futuro.

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