Capítulo III
Un mundo más solidario

Resumen

El proyecto de construcción federal europea tiene un punto de interés fundamental que es el de la ciudadanía europea. Este concepto queda reservado con exclusividad a los que ya son nacionales de un Estado miembro de la Unión. Recoge un conjunto de derechos y articula un conjunto de posibilidades para su ejercicio efectivo. Por primera vez, con el Tratado de la Unión Europea, se separa la idea de ciudadanía de la idea de nacionalidad y por primera vez, de manera significativa, el acento se pone en la residencia y no en la nacionalidad. Esta ciudadanía europea compromete al residente con el espacio público, con el buen funcionamiento de lo común, con sus espacios públicos abiertos y plurales, tolerantes, al tiempo que comprometidos con el bienestar de todos lo cual supone la emergencia de la Europa local, la Europa de las ciudades. La ciudad emerge como la cuna cosmopolita de la convivencia democrática y de la tolerancia liberal, como la afirmación de que todos los que en ella se hallan son ciudadanos de pleno derecho. La cumbre de Quito (Ecuador) en 2016, donde se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible, “Hábitat III”, supuso este cambio radical en la concepción de la ciudad a nivel global con la aparición de la “Nueva Agenda Urbana”, como documento programático con un horizonte de 2016 – 2036 y que ha tenido su contraparte en Europa con la Agenda Urbana Europea (que se ocupa de los problemas de las ciudades) y el hecho de que la ciudad debe ser para las personas y ser construida y orientada con ese fin.

Resumen

El mundo de hoy está dominado por una tecnología cada vez más sofisticada. El cambio climático, la transición energética, la economía digital y verde, el problema de las migraciones o el despliegue del 5G, coexisten con los conflictos educacionales, el Big Data o la sanidad, por citar algunos de ellos. Y en todo ese complejo panorama es donde el humanismo, con toda su profundidad y complejidad (datos biológicos, culturales, transcendentales, etc.) ha de complementar el desafío tecnológico, tratando de encajar los conocimientos de las humanidades en todo el ámbito científico y viceversa. El ser humano se humaniza humanizando el universo, generando un mundo de civilización y de cultura.

La interdisciplinariedad de las materias a tratar, en estrecha complicidad con otros campos del saber, es fundamental para estructurar un discurso racional, motivado y crítico inseparable de un modo de vida que comprenda la naturaleza y la esencia del hombre y del propio mundo. Toda reflexión válida ha de tener en cuenta los datos de la ciencia, no hay filosofía sin física, al igual que, “el saber físico y el matemático se sustenten en el solar filosófico”, en palabras de Einstein. No hay que perder de vista que, junto al grandioso progreso tecnológico, existe el peligro nada lejano de un retorno al primitivismo. Los nuevos caminos abiertos y los que seguirán abriéndose pueden enriquecer la tradición cultural y facilitar a la humanidad una mejor calidad de vida, hacer el mundo más habitable. Esta ha sido siempre la función de la técnica y su justificación teórico-práctica. Sin embargo, si es cierto que la extirpación de la miseria es uno de los retos del presente, también es verdad que un exceso de confort y una vida cada vez más parecida a Matrix, engendraría inevitablemente la pereza y enervaría las facultades más específicamente humanas.